Esta novela obliga a hacer memoria, a pensar en el dolor de los otros, entender que hay penas que pueden asimilarse y servir como aprendizaje. Abrir las cajas, liberar los recuerdos, dejar atrás el miedo y recordar que el día que no fue también puede ser el inicio de otra historia.
Ciudad de México, 25 de enero, (SinEmbargo).- ¿Qué pasa cuando una despedida no sólo es dolorosa, sino también violenta? ¿Cómo se le hace para cicatrizar y sanar una herida? ¿A quién se culpa si el motivo de la partida no es claro? ¿Cómo se le dice al corazón que no es el final?
El día que no fue, la novela más reciente de Sandra Lorenzano, cuenta la historia de “yo”, una mujer que a las 3 de la madrugada vio cómo su idilio de amor se derrumbaba. Un mensaje en WhatsApp y tres palabras son el inicio de un periodo en el que cualquier pérdida le hacía sentir el vacío de la ausencia.
Dudas, llantos, ropa en bolsas negras, cajas con objetos que ayer formaban un hogar, y recuerdos de mejores días, son el paisaje sobre el que se desarrolla esta novela editada por Alfaguara.
“Basta un gesto, una palabra, un hecho mínimo para que lo que parecía un tejido firme comience a aflojarse, a dejar asomar hilos sueltos por aquí y por allá. ¿Eso pasó? ¿Eso pasó y yo no me di cuenta hasta que sólo quedaron unas pocas hebras?”, se cuestiona el personaje principal.
Y en la búsqueda de la respuesta, del porqué de la partida, el pasado vuelve, una y otra vez, a la mente de la protagonista: la llegada de su familia a América, su infancia, las dictaduras militares en América Latina y la desaparición de miles de personas, el arribo a México, el fin de su matrimonio, la partida de su madre y el adiós de la mujer que amaba.
Pero la ausencia no sólo duele cuando se trata del ser amado; a la protagonista le lastima la violencia contra las mujeres en México, como el caso de Lesvy Berlín, Mara Castilla o la pequeña que fue ultimada por un chofer del transporte públicos en el Estado de México; también le pesa la ausencia de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa; y de los migrantes que se ven obligados, por la violencia o la falta de oportunidades, a dejar su tierra y exponerse a la sinrazón de los violentos.
El día que no fue confronta a la protagonista de la historia y al lector, obliga a hacer memoria, a pensar en el dolor de los otros y a recordar que aunque un capítulo se termina, no es el final de la historia, porque hay dolores que pueden asimilarse y servir como aprendizaje, para, tiempo después, abrir las cajas, liberar los recuerdos, dejar atrás el miedo y recordar que el día que no fue también puede ser el inicio de otra historia.